Monday, March 31, 2008, 08:01 - Fraudes
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La Interpol, científicos del área biomédica de diversos países, funcionarios de salud pública y de la OMS, especialistas del Programa de Investigación en Medicina Tropical del Sudeste Asiático de la corporación farmacéutica Wellcome, autoridades chinas y, posiblemente, de países vecinos, se han asociado en un insólito equipo en la denominada operación Júpiter para detener a los primeros narcotraficantes de nuevo cuño. Se trata de bandas que en vez de comerciar con las llamadas drogas duras, como la cocaína o la heroína, se dedican a fabricar y distribuir falsos fármacos para enfermedades que sufren millones de personas, sobre todo en los países en desarrollo. Los beneficios esperados en este caso son también elevados.Posted by Administrator
El primer botín recuperado era un cargamento de sustancias etiquetadas contra la malaria, que mata a cerca de un millón de personas al año e incapacita con las fiebres palúdicas a unos 300 millones de víctimas del parásito.
Según las autoridades chinas, esta nueva modalidad de falsificación, que no de imitación del producto genuino, comienza a competir con las organizaciones dedicadas a las drogas ilegales tradicionales tanto en dimensión de las redes que distribuyen estos seudofármacos como de las ganancias que obtienen. Según la Food and Drug Administración de EE. UU. (FDA), en 2005 las ventas mundiales de fármacos falsos excedieron los 3.500 millones de dólares, aunque otras estimaciones multiplican esta cifra por 10. El Centro para las Medicina en el Interés Público, una organización donante respaldada por las farmacéuticas de EE. UU., predice que, según las proyecciones del volumen de negocio de estos últimos años, en el 2010 el comercio de estas medicinas falsas superará los 75.000 millones de dólares.
De todas maneras, estas estimaciones reconocen que no se sabe cuán profundo es este iceberg. La ventaja de quienes se dedican a este negocio es que casi nadie les presta atención, es muy difícil detectarlos y han hecho de la adulteración todo un arte. Muchos de estos fármacos falsificados llevan algunas moléculas químicas del producto genuino para pasar los análisis aduaneros. La etiqueta incluso lleva a veces la marca holográfica típica del original.
Durante las últimas dos décadas habían salido a la luz pública casos de falsificación de fármacos con efectos desastrosos para niños y adultos, como los causados por un jarabe de paracetamol contaminado con un solvente tóxico en los años 90. Más recientemente se habían detectado varias falsificaciones de la famosa píldora azul para estimular la potencia sexual. Pero ahora se trata de vastas organizaciones que fabrican y distribuyen fármacos que van dirigidos a millones de personas que se debaten entre la vida o la muerte, o diferentes grados de incapacitación temporal o permanente, como en el caso mencionado de la malaria, la tuberculosis o las fiebres tifoideas. A medida que han bajado los precios de los retrovirales contra el sida y se han comenzado a distribuir en los países en desarrollo, estos se han convertido también en un objetivo de los falsificadores.
Uno de los objetivos favoritos de estas bandas es un derivado de la artemisina, una planta china que ha sustituido a la quinina como principio activo contra la malaria. La OMS y las organizaciones médicas de la región estiman que casi la mitad de estas tabletas en Laos, Myanmar, Camboya y Vietnam son falsas, llegando en algunos casos hasta el 70%. En el cargamento incautado durante la operación Júpiter se descubrió que muchos de estos fármacos tenían ingredientes potencialmente tóxicos para la salud humana. La venta de derivados de la artemisina contra la malaria en el Sudeste Asiático ha crecido del 38% al 53% en apenas cinco años, según la OMS.
Aparte del riesgo de causar un daño inmediato al inadvertido paciente, los expertos de la OMS alertan de que las moléculas buenas que llevan algunas de estas medicinas falsas para engañar en los análisis pueden fomentar la resistencia de los microbios que causan estas enfermedades, con lo cual el daño puede alcanzar proporciones difíciles de calibrar. ¿Matan estos fármacos? Según las autoridades chinas, 192.000 personas murieron en 2001 después de ingerir drogas falsas. Las autoridades cerraron 1.300 fábricas, lo cual comenzó a dar una idea del cambio que se estaba produciendo en el crimen organizado de estos fármacos. Según Paul Newton, autor de un informe publicado en la revista biomédica The Lancet,"Si la malaria se torna resistente a los fármacos basados en la artemisina, el resultado será catastrófico para la salud pública en el Trópico".
El crimen organizado de los falsos fármacos se mueve con relativa tranquilidad al amparo de la falta de información sobre sus centros de producción y distribución. Para llegar hasta los traficantes, el equipo de la operación Júpiter analizó con técnicas forenses incluso los rastros de polen en las tabletas falsas. Así se determinó que una de las fábricas estaba en el sur de China. Uno de los detenidos admitió haber puesto en el mercado 240.000 paquetes con tabletas falsas contra la malaria, suficiente para tratar a unos 250.000 adultos. Este grado de detalle en la investigación es por ahora excepcional. De hecho, apenas hay suficientes recursos dedicados a combatir esta actividad. La situación socioeconómica de los países afectados no favorece tampoco la vigilancia, sino todo lo contrario, por lo que los investigadores, civiles y policiales, carecen de información suficiente para calibrar las dimensiones del problema y proponer medidas para combatirlo.
La OMS creó en noviembre pasado una nueva agencia, IMPACT, para combatir a estas redes criminales. Su primer objetivo es que los sistemas de salud pública en los países en desarrollo logren detectar las drogas falsas, cosa que apenas sucede ahora. Sólo para alcanzar esta meta, IMPACT se propone formar equipos donde trabajen juntos la Interpol, asociaciones médicas sobre el terreno, compañías farmacéuticas, autoridades aduaneras de diferentes países y entidades donantes de ayuda médica.
Queda la cuestión del imprescindible trabajo forense para seguir la pista a estos fármacos, para lo que se requieren equipos y especialistas que, por lo general, no existen en los países que más los necesitan para detener este alud de muerte empaquetada en cápsulas que prometen salud y bienestar.
Fuente: La Vanguardia
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